9 JULIO
Antes de dejar Hvammstangi fuimos al puerto para desayunar en una cafetería cercana al Centro de Focas de Islandia y vimos unos típicos secadores de pescado. Aprovechamos también para hacer unas compras en el supermercado local.
Queríamos llegar hasta Árnes para ver más focas, pero Claus, el camarero-fotógrafo-cartero nos dijo que no valía la pena y decidimos reemprender el camino de vuelta….volviendo a hacer múltiples paradas para tomar fotos del fabuloso paisaje….
Pasamos la noche
en el camping municipal de Holmavík. Una larga jornada de kilómetros, pero
mereció la pena, me fui a dormir pensando que había estado en el lugar más
bonito del mundo….
De allí
emprendimos camino hacia los fiordos del oeste. Tomamos la carretera 72 para
salir de Hvammstangi y volver a coger la nº1. Por ella fuimos bordeando la
parte este del fiordo Hrútafjörδur, que une el noroeste del país con los
fiordos del oeste. Luego nos desviamos por la 61 para emprender nuestro camino
hacia los fiordos del oeste. Kilómetros y kilómetros de carretera bordeando los
fiordos y el mar, un paisaje asombroso.
Este tramo, la
costa este de los fiordos, se conoce
como costa de Strandir y ofrece uno de los paisajes más impresionantes de la
isla. Es una región con pocos habitantes y no demasiados viajeros se adentran
en ella.
La carretera
hasta Hólmavík es un paisaje de colinas de verdes pastos salpicadas de pequeñas
granjas e iglesias. Nos paramos en el Youth hostel de Broddanes para preguntar
dónde podíamos avistar focas, ya que hay un letrero que lo indica. Al entrar no
había nadie, nos resultó muy curioso encontrar el lugar vacío, con todo
abierto, pensamos en España esto no podría ser….al cabo de unos minutos
apareció el encargado y nos indicó dónde podíamos verlas….
Seguimos nuestro
camino y tomamos el desvío de la 645 para seguir recorriendo la costa. Nos
detuvimos en Drangsnes, a un lado de la carretera hay unas piscinas termales octogonales
en las cuales disfruté de un magnífico baño con vistas al océano y al fiordo. Estos
pequeños placeres hacen que un viaje así sea inolvidable.
Seguimos dirección norte y volvimos a tomar la
643-...¿qué decir del paisaje? llega un momento que uno no tiene adjetivos para describir lo que está viendo, pastos con ovejas y caballos, cascadas brotando, casas solitarias,...es una de las zonas más bonitas de la isla, tiene un encanto especial y además está muy poco frecuentada por viajeros.
Hasta llegar a Djupavík,
mi lugar preferido en el mundo…realmente no sé porqué pero desde que llegué,
Djupavík me enamoró…quizás fuera el maravilloso olor a comida del hotel, o el
encantador camarero que resultó ser también fotógrafo, o la exposición
fotográfica que vimos en la fábrica de arenques, o la paz y tranquilidad que
emanaba el ambiente…la verdad es que no sé describirlo pero ese lugar me
cautivó, fue como un flechazo….
En Djúpavík, hay una antigua fábrica de arenques
abandonada, y un hotel.
Queríamos llegar hasta Árnes para ver más focas, pero Claus, el camarero-fotógrafo-cartero nos dijo que no valía la pena y decidimos reemprender el camino de vuelta….volviendo a hacer múltiples paradas para tomar fotos del fabuloso paisaje….
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